sábado, 15 de agosto de 2009

ENSAYO

SALUD MENTAL EN SITUACIONES DE DESASTRE


En una emergencia como la generada por el sismo del pasado 8 de enero es normal que se presente un incremento de reacciones emocionales intensas en las personas afectadas por un evento de esta magnitud.
Los desastres implican una perturbación psicosocial que excede la capacidad usual de manejo de la población.
Sin embargo, no todos los problemas psicosociales que se presentan pueden calificarse de “enfermedades”, pues la mayoría de ellos son reacciones “normales” ante situaciones “anormales” de gran significación o impacto.
La cobertura otorgada a la salud mental en situaciones de desastres en nuestro país no permite una rápida identificación de las personas que requieren un apoyo especial o una adecuada intervención psicosocial. Por eso, la salud mental debería ser un componente esencial en las estrategias y políticas de gestión del riesgo y atención de emergencias.
En la mayoría de las ocasiones, el apoyo para situaciones de desastre se focaliza en necesidades básicas como alimentación, vivienda y rescate, entre otras, las cuales son obviamente trascendentes, pero no se priorizan otros niveles de atención, tal es caso del apoyo emocional.
La experiencia nos ha enseñado que el abordaje temprano de los problemas de salud mental es la mejor prevención de trastornos más graves.
A lo largo de la historia de la atención de los desastres se ha brindado una intervención más detallada a los aspectos físicos y socioeconómicos, aunque en los últimos años se han realizado avances en la incorporación del componente de salud mental, en acciones propias de la atención de emergencias, con brigadas de profesionales en psicología y carreras afines, como la que brinda la Brigada de Atención Psicosocial de la Universidad de Costa Rica.
La atención de la salud mental en situaciones de emergencia no debe focalizarse en el evento traumático. Es necesario buscar la participación de los diversos actores implicados, a fin de equilibrar la integridad psicológica de las personas afectadas, así como sus redes sociales, priorizando el ámbito comunitario, sin que esto implique no abordar el nivel individual y familiar. Se deben generar espacios comunitarios en los que se socialice lo sucedido, de manera que permita reelaborar y movilizar recursos para prevenir futuras crisis.
Es importante capacitar a las comunidades para que logren propiciar espacios de apoyo mutuo en los que se permita generar procesos grupales para la autoayuda y la identificación de recursos personales y colectivos, los cuales fomenten una adecuada rehabilitación psicosocial y el fortalecimiento de las redes sociales locales.
La salud mental es asunto de todas las personas y un elemento esencial en la gestión del riesgo y la atención de emergencias. Por supuesto, es parte del apoyo como sociedad que necesitamos prodigar en momentos difíciles, para crecer como país.

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